Sonora, México

When I saw the morning sunrays of the third day over the ocean of dunes at the Gran Desierto de Altar in Mexico, I was certain that it would be a meaningful journey through the desert.

To get to this point we had already walked 43 km. That morning we broke up camp at 5 am and started walking so we could avoid the harshest hours of sun and thus dehydration. Before the sun rose and after it set, the stars guided our way. We constantly confirmed the route with our GPS, since in the absence of the moon there was no visual reference.

Apparently lifeless, humans are missing from the landscape, everything is wild and beautiful. The first two days of the hike consisted of crossing through a volcanic area, a field of granite cones and ridges with a floor crowded with basalt rocks and slabs. Extremely hostile to the feet, however, wonderfully dazzling in its black tones with dashes of golden colors, reddish and copper with inlaid quartz. The exuberant xerophilous vegetation of the desert is captivating, there is a peace transmitted through its silence and apparent lack of life.

The Gran Desierto de Altar and the Pinacate Volcanic Zone strike awe with its grandiose extension of rocks and lava flows, the tan and gold ripples of its dunes, tapestry of wildflowers, golden sunsets, and fiery sunrises.

I got to see countless species of birds. I have fond memories of a little butterfly that perched on the desert floor, and of a black and reddish colored lizard that came out from the ground when we were looking for a place to rest. We listened to far away coyote howls at night and during the morning of the last day. The whole time we enjoyed the west winds, winds that for many years have moved and shaped the dunes in this vast arid zone. Winds that caressed us giving us comfort on breaks while we ate and hydrated.

What does it take to spend three days in the desert without assistance? That was the question that determined my equipment, and thus the weight that I carried in my backpack. I had needed to carefully calculate what was necessary, since every gram in long walks weighs you down. I made calculations based on previous trainings in which I simulated the conditions to which we would be exposed. Based on this, I decided to carry eight litres of water for three days and three pounds of food. Once the important basic needs were covered, the rest consisted of camping equipment among other useful items. But staying alert, being attentive, observing and listening to nature while we move, during the calm of our rest stops, and during our sleep was a big must too.

These outdoor experiences were life-changing and motivated me to use photography as a means to try to transmit the connection and disconnection of the human being with nature. They inspired me to transition from doing recreational outdoor activities to going out with an objective in favour of conservation. It has led me to leverage my efforts and expertise in all of my activities: I joined community groups working on natural protected area restoration within the city, and I decided to study a Master’s degree in environmental psychology so I could add a human perspective to environmental issues. This path led me to become part of Asociación Mujeres y Conservación (Women and Conservation Association) so I can deposit my grain of sand in the vast area of conservation by empowering, highlighting, and supporting women conservationists in Latin-America. Just like those west winds that formed the millennial dunes that inspired my journey through the desert.

Sonora, México

Cuando vi los rayos del sol al amanecer del tercer día sobre el océano de dunas del desierto de Altar, se confirmó la certeza de que sería una travesía por el Desierto muy significativa.

Para llegar a ese punto habíamos recorrido 43 km, y en esa mañana levantamos la tienda de dormir para empezar a caminar a la 5 am ya que como estrategia  para poder evitar las horas de rigor del sol y la deshidratación, emprendíamos la marcha desde muy temprano. Antes de que saliera el sol y después de que se pusiera, las estrellas orientaban nuestra ruta, alternadamente con el gps,  ya que a falta de luna no se tenía ninguna referencia visual a esas horas.

Aparentemente inhóspito pero solo de humanos, el Desierto es salvaje y hermoso. Los primeros dos días consistieron en avanzar por la zona volcánica, un campo de conos y sierras graníticas con un suelo atestado de rocas y placas de basalto, sumamente hostil a los pies y sin embargo maravillosamente deslumbrante en sus tonos negro, rojizo y cobre con cuarzos incrustados. La exuberante vegetación xerófila del Desierto resulta cautivante, hay una paz transmitida a través de su silencio y aparente falta de vida. El Desierto de Altar y la Zona volcánica del Pinacate nos impresionan por su grandeza y extensión de rocas y flujos de lava, las ondulaciones bronce y oro de sus dunas y el tapiz de flores silvestres, atardeceres dorados y amaneceres de fuego.

Pude observar infinidad de aves, tengo presente a una pequeña mariposa que posó sobre el pavimento del desierto y un lagarto cornudo de colores rojizo y negro que salió debajo de la tierra cuando buscábamos un lugar para descansar. Escuchamos los aullidos de coyotes a lo lejos durante las noches y durante la mañana del último día. En todo momento disfrutamos de los vientos del oeste, vientos que durante muchos años han trasladado arena y moldeado las dunas en esta vasta zona árida y que nos acariciaban brindándonos confort en los descansos mientras comíamos e hidratábamos.

¿Qué es lo que se necesita para pasar tres días en el desierto sin asistencia? fue la pregunta que determinaría el equipo y por lo tanto, el peso que cargaría en mi mochila durante esos días, necesitaba calcular cuidadosamente lo que fuera necesario, ya que cada gramo en caminatas largas con peso se resiente. Hice cálculos basados en entrenamientos previos en los que se simularon las condiciones a las que estaríamos expuestos, por lo que consideré 8 litros de agua en total y 1.5  kilos de comida, con la idea de racionar el agua.  Una vez cubiertas las necesidades básicas, lo demás consistió en equipo de acampar entre otros artículos útiles, pero más que nada, estar alerta, estar atenta, observar y escuchar a la naturaleza ya sea al compás de nuestros movimientos o en la calma de nuestros descansos así como durante el sueño.

La travesía consistió en cruzar de Norte a Sur por el lado oeste del escudo volcánico del Pinacate, hasta la Salina tres ojitos en el Golfo de California,  durante el recorrido también vinos restos de los geoglifos que los Tohono o’odham o pápagos diseñaron desde hace más de tres mil años en su peregrinaje por la ancestral ruta de la sal hacia la dunas del Desierto de Altar que son el sistema más grande de dunas vivas en América; ellas embellecieron la última parte del trayecto en ese ondulante subir y bajar hasta que por fin nuestros ojos divisaron el resplandor del agua contenida en la Salina, lo que significaba el fin de tres días de aprendizaje, documentación y una valiosa experiencia en las tierras de Pinacateños, pueblos ancestrales de una Región del Desierto de Sonora.

Este tipo de experiencias me cambiaron la vida, me motivaron a emplear la fotografía como un medio para tratar de transmitir la conexión y desconexión del ser humano con su propia naturaleza, me inspiraron a pasar de realizar actividades al aire libre de manera recreativa a salir con un objetivo a favor de la Conservación, de manera que me ha llevado a unir mis esfuerzos en todas mis actividades; me uní a grupos de trabajo comunitarios para la restauración de áreas naturales protegidas, como el Colectivo Caminantes del Desierto, me incliné por estudiar un posgrado en psicología ambiental para agregar una perspectiva humana a las cuestiones medio ambientales. Este camino me llevó a formar parte de la Asociación Mujeres y Conservación para poder depositar mi grano de arena en la vasta área de conservación al empoderar, resaltar y apoyar a las mujeres conservacionistas en América Latina, al igual que esos vientos depositaron su arena y formaron las dunas milenarias que inspiraron mi viaje al Desierto.

Sofía is a psychologist by training, currently working on Environmental and Sustainability Psychology research. A fan of landscape photography and outdoor exploration. Environmental activist, co-founder of Colectivo Caminantes del Desierto and member of Grupo Pionero Espeleológico de Sonora.